Lo que se nos escapa, invita

-“seño! las letras se me van para allá!»
Dice fuerte con un gesto de decepción e impotencia enorme.

-“Invitalas a volver”,
le digo casi sin pensarlo.

Como si fuera sencillo.
Como si siempre la palabra respondiera a nuestro deseo.
Como si las palabras llegaran a nosotros cada vez que las necesitamos.
Como si no fueran esquivas.
Como si no se nos escaparan una y otra vez.
Como si la caligrafía respondiera a nuestro mandato disciplinador. A nuestro deseo de belleza. De orden.
Como si de algo sirviera o sirviese «escribir 100 veces».
Como si escribir no fuera siempre sentir que algo se nos escapa. Que no es posible decirlo todo, ni callarlo todo.
Y aun así intentarlo.
Unir palabra cuerpo, tripaletra que nos diga, que nos nombre, que nos haga, que haga posible el hacer con otros.
Invitarlas a volver.
Una y otra vez.
Que vengan las letras, que vuelvan las palabras.
Las mas verdaderas,
Esas que se nos escapan.

Quizás algo así nos esta quedando de la experiencia pandemia/escuela.
Un cuerpo aquí… unas letras allá.
Otros cuerpos que nos están y que extrañamos con ese terrible sentimiento de injusticia.
Unas palabras que se escriben o se nos escapan solas.
Otras que no alcanzan para nombrar.
Tantas que no llegan.
Quizás pienso hoy gracias a este niño, que esa invitación, acercamiento, entre cuerpo-verdad/palabra, es lo que llamamos aprendizaje.

Habrá que darle lugar.
Sostener la invitación.
Y amorosa paciencia aún con urgencia de que las cosas cambien.