Esto de ir haciendo escuela…
María Riera
mariaaleluy@gmail.com
Directora de jornada completa de una escuela primaria en Bariloche, en un barrio de sectores populares.
Esto de ir haciendo escuela, conteniendo, escuchando a un colectivo. Son varias variables: docentes, familias, porteros, que armamos la escuela cotidiana y hoy esta escuela transitoria y bien mutante. Lo único que calma mi angustia hoy es pensar que es provisora pero que a la vez, si sigo pensándola puede dar indicios para otras nuevas escuelas cuando vuelva… pistas para seguir profundizando el cambio de la escuela, de la enseñanza, del aprendizaje….
La irrupción fue tremenda. La incertidumbre del tiempo nos va acorralando, los efectos van mutando, el impacto tiene otros alcances… Siento que la tierra prometida de algún día se desdibujó, que hoy hay que inventar, y lo que voy teniendo bien claro que el MÁS HOY PUEDE SER MENOS…
Presencia. Me armo y me desarmo todo el tiempo. Lo que hoy es una certeza mañana puede no estar. Hoy mas que nunca me siento provisoria, dudosa, miedosa… Hablo con todos los docentes de esto, acompaño familias, escucho realidades diversas, celebro efectos, lloro injusticias y sigo armando y desarmando en este territorio desconocido, en este territorio incómodo, encontrando la disponibilidad necesaria y acompañando disponibilidades posibles en este común que sigue siendo lugar de lo singular, así como lo era la escuela, así como irá siendo esto…que capaz no me guste llamarlo escuela, porque sé que a la ESCUELA QUIERO VOLVER…
Rocío Verónica Álvarez
rocioveronics@gmail.com
Maestra de Matemática de sexto y séptimo grado, Escuela Virgen Misionera.
Si tuviera que describir estos días diría que son jornadas sin tiempo o con desarrollo de una temporalidad diferente.
Con el resto de los compañeros de tercer ciclo decidimos que las clases y entrega de tareas diarias arranca a las 10.30 am. Colgamos en el grupo de whatsapp las tareas y a otros niños se las enviamos por mail. Subimos videos, canciones, ejercicios matemáticos, clases de música, clases de educación física, de inglés, de plástica, etc. Todo siguiendo un cronograma previamente conversado.
A esto, ahora le debemos agregar el ingrediente de las numerosas y deseadas comunicaciones por whatsapp con alumnos y padres en cualquier momento del día, relacionadas con la aclaración de consignas y resolución de problemas. Me encanta este intercambio, es deseado y deseable. A veces estoy contestando mensajes a las 22 hs. Ya sé que es una locura, que tengo que poner límites pero, me digo: «Si este pibe o esta piba logró sentarse a esta hora a hacer algo, no me cuesta nada contestarle y permitirle que avance. Si estamos en un tiempo sin tiempo.»
Pero ahora les voy a contar lo que acaba de ocurrir. Recién salidita del horno esta experiencia.
Estando ya en la cama, hace tan solo unos minutos sonó el teléfono, eran pasadas las 11.30 pm, me asusté, pensé: «Debe ser grave para que se comuniquen a estas horas. ¿Qué habrá pasado?» Miré la pantalla. Se trataba de una madre con la que había estado hablando por la mañana. La madre de unos alumnos de 6to. Debo reconocer que en esos segundos se me vinieron todo tipo de pensamientos negativos. Me inquieté, me preocupé. Después pensé en que se habría equivocado y que iba a colgar. Dejé que el teléfono sonara dos veces más y contesté. Era la misma voz, la voz con la que había hablado por la mañana, que en aquella oportunidad se había comunicado porque le estaba resultando difícil encarar las tareas de matemática. Me había aclarado el origen de sus dificultades, que a ella le habían explicado de otra forma, le habían dicho siempre cómo hacer las cosas y ahora sentía que era diferente, que los chicos «tienen que pensar y pueden hacer lo que quieran». Esto a ella le resultaba difícil de asimilar y compatibilizar con la escuela de cuarentena instalada en la pequeña mesa de su cocina. Así es que estuve unos cuantos minutos aclarándole que el objetivo es que los chicos aprendan a razonar y resolver entendiendo que no hay una única manera de pensar las cosas. Muy por el contrario, puede haber tantas estrategias como personas. Le expliqué que eso es lo más interesante de aprender matemática y descubrir relaciones entre los números y cálculos. Que si lo necesitaban podían usar la calculadora. Le di algunas sugerencias y nos despedimos.
Ahora, siendo las 11.30 pm ¿Qué motivaba su llamada? ¿Les había pasado algo a los chicos?
Contesté el teléfono y lo primero que hizo fue pedirme disculpas por la hora, pero me quería decir que habían estado haciendo la tarea hasta recién. Contesté con mi mejor tono que me alegraba. Y me pregunté «¿Qué duda tendrán ahora? Estoy en la cama y no tengo el cuadernillo cerca.»
A continuación y sin que yo pudiera decir nada comenzó a explayarse. Quería explicarme que nunca había visto la matemática de esta manera, que estaba descubriendo un montón de cosas que nunca le habían explicado, que las respuestas estaban en los mismos cálculos, que había relaciones entre ellos y «trampitas» o «pistas» y que por lo tanto no hacía falta hacer todas las cuentas. Concluyó diciendo que se sentía emocionada y tan feliz, que a sus 46 años hubiera podido hacer un aprendizaje que había quedado latente desde 6to grado, que quiso llamarme en ese preciso instante y compartirlo. (Ver pestaña «La escuela entra a casa»).
Yo ni sé si le pude contestar algo.
Seguía y me contaba de las relaciones entre las cuentas de una cadena de cálculo mental.
Expresó que estaba tan entusiasmada que se había quedado haciendo pruebas mientras los chicos se cambiaban para irse a dormir. Estaba fascinada.
En el momento en el que pude meter bocado le di un ejemplo de que lo que había descubierto le servía para resolver otros cálculos mentalmente. Ella incrédula expresó que para tanto no le daba la cabeza. Así que le propuse hacerlo juntas, allí mismo por teléfono. Cuando vio que pudo resolverlo quedó pasmada de su propia inteligencia y de su capacidad de cálculo mental oculta.
Y yo qué les puedo decir, me sentí más que feliz. Sentí que la misión de ese día estaba cumplida. Podía irme a dormir en paz.
Es un poco de lo que quiero transmitir en mis clases de matemática, que los niños le pierdan el miedo a los números, que aprendan a leerlos y no les tengan fobia o pánico… que estén dispuestos a jugar con ellos y a dejarse atrapar en la búsqueda de regularidades y relaciones.
Es hermoso poder transmitir eso a los niños y adultos.
Con seguridad puedo decir hoy, que la matemática tiene una nueva aliada adulta que ha dejado de verla como el «cuco de la escuela».
Mi conclusión en estos tiempos sin tiempos, de escuela sin escuela es:
No hay edad ni tiempos fijos para aprender, solo hay que estar abierto a nuevos desafíos y dejarse atrapar por ellos.
Audio de una mamá de sexto grado a la directora María Riera, directora de jornada completa de una escuela primaria en Bariloche (Ver pestaña «Menos es más»):