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¿Sueños interrumpidos? Reflexión contra el desamparo

¿Sueños interrumpidos? Reflexion contra El Desamparo

Analía Devalle – adevalle@flacso.org.ar

Profesora investigadora del Programa de Psicoanálisis y Prácticas Socioeducativas (FLACSO-Argentina)

Docente del Espacio de Ficciones, Cultura y Subjetividad. 

Mayo 2020


¿SUEÑOS INTERRUMPIDOS?

“Mi hijo está teniendo pesadillas todos los días”, “Laura está enojada y se empezó a hacer pis a la noche”, “los mellis no quieren participar de la videollamada grupal, dicen que esa no es la escuela”, “Pablo me dice que lo del coronavirus se hizo largo y que quiere jugar con amigos reales”, “el otro día la reté, pero me siento re-mal porque en este contexto anormal y con todo lo que pasa, no quiero frustrarla”.

Resuenan en mí algunos decires de las familias del colegio en el que trabajo y pienso: ¿qué lugar para la escuela en este contexto?

Hablo con otra mamá, la llamo porque las maestras me transmiten que Lorena no puede dormir bien y que su familia está preocupada. Escucho: “tiene sueños interrumpidos”.

Sueños interrumpidos… ¿sueños interrumpidos?, ¿cuáles?, ¿de qué sueños se trata?  No sé, no creo poder responder a esas preguntas en este momento. Pero sí puedo decir que estamos atravesados por un contexto que se presenta socialmente desigual y que en muchas ocasiones se puede sentir hostil, peligroso, incómodo o molesto. Una realidad que irrumpe sin velo.

A la vez, cotidianamente me junto a conversar con las y los docentes para intercambiar, reflexionar o pensar estrategias. En general, en algún momento de nuestras charlas, surge el malestar por todas las restricciones o molestias que involucra la pandemia, por las dificultades que a veces aparecen, al convivir en un mismo espacio, la vida laboral con la personal. Y comúnmente -aunque no siempre- es el humor el que configura otra escena más habitable y, desde allí, se reanuda la conversación sobre lo escolar. Así es que las maestras de una de las salas de 3, cuentan contentas que uno de los chicos dejó los pañales y la familia les mandó una foto. Antes de iniciar las actividades, se festeja el cumpleaños por videollamada grupal de una de las nenas de sala de 4. Los maestros hacen videollamadas individuales con un niño de sala de 5 que no quiere conectarse a los espacios grupales y de pronto… los dinosaurios se vuelven protagonistas de la escena. Luchan, se pelean entre pantalla y pantalla. La maestra de 2° grado propone leer un cuento sobre los miedos y construir “muñequitas quitapenas” para poner bajo la almohada y ahuyentar a “los monstruos”. En este marco, un niño comienza a hablar sobre sus pesadillas y expresa que “extraña a todxs”. Mientras, en los diferentes espacios virtuales que ofrece la escuela, bailan los números, las letras, los dibujos, las cuentas, los problemas de matemática y las poesías. Distintas formas de alojar y jugar con lo irracional de la realidad, de proveer de recursos de velamiento de lo real para poder representarse en una escena.

Y al otro día, seguimos charlando, por ejemplo, sobre los diversos formatos virtuales disponibles, ¿todos vienen bien para lo mismo?, ¿qué tipo de lazo propicia cada uno?, ¿para qué propuesta didáctica resultan mejor?, ¿con cuál se siente más cómodo/a cada cual? Intercambiamos, compartimos miradas, nos preguntamos, emergen nuevas ideas y volvemos al hacer, ya desde otro lugar … relanzándose el deseo cada vez.

“Hacedora de sueños” … así se me ocurre nombrar uno de los oficios de la escuela, porque porta la potencia de entretejer ficciones que, acaso se podría decir, velan y posibilitan el soñar. Y si habitualmente a la “escuela se va”, en tiempos en los que las paredes reales no son las que reciben y resguardan, son las simbólicas las que pueden cobijar y alojar.

 Aquí estamos, entre la intemperie del contexto y el resguardo que ofrecen los cuentos, las canciones, los títeres, las letras, los números, el humor y las conversaciones. Entre la angustia por el encierro y el alivio de una oreja que escucha. Entre el enojo y la rabia por “no poder ver a los amigos como siempre” y la alegría de un encuentro mediado por muñecos. Entre lo “anormal” del contexto y la “norma” que algunas pautas o límites establecen, recuperando algo de la “normalidad perdida”.  Aquí estamos, sostenidxs y sosteniendo esa tensión.

Y allí, en ese “entre”, recuerdo el texto “Contra el desamparo”, escrito por Perla Zelmanovich*. Una trama que ampara, cuida y orienta. Un tejido que ayuda a velar “con significaciones a esa realidad inexplicable”. Busco, lo leo y me sorprendo de dos preguntas que, aunque fueron escritas casi veinte años atrás y en otro contexto, me resultan absolutamente actuales:

“¿Qué posibilidades tiene hoy la escuela de tejer esa trama de significaciones que atempera, que protege, que resguarda, y que posibilita por esa vía el acceso a la cultura, cuando la realidad se presenta con la virulencia que conocemos? ¿Qué márgenes tenemos hoy los adultos que habitamos las escuelas, de constituirnos en “esos Otros que mantienen algún grado de integridad” para tejer una trama significativa que aloje lo que irrumpe como una realidad, muchas veces irracional, cuando también nosotros nos hallamos vulnerados por las mismas circunstancias?

* Zelmanovich, P. (2003) Contra el desamparo En: Enseñar hoy: una introducción a la educación en tiempos de crisis. Dussel, Inés (compilador) ; Finocchio, Silvia (compilador) ; Tiramonti, Guillermina (adaptador) ; Antelo, Estanislao ; Cabeda, Luis ; Duschatzky, Silvia ; González, Graciela ; Redondo, Patricia ; Pineau, Pablo ; Puiggrós, Adriana. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica. ISBN 950-557-546-7