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Saber hacer con la interrupción: entre inspiraciones e invenciones que inspiran

Saber hacer con la interrupción: entre inspiraciones e invenciones que inspiran

La interrupción como lapso de ruptura en la continuidad de una acción pero no de una intención. La intencionalidad necesita de interrupciones para fortalecerse. La interrupción no es abandono. Es refrenamiento. Es desapego.

Lo importante no es la duración de nuestras acciones sino que nuestra práctica sea intencionada y desapegada al mismo tiempo.

La interrupción permite desapego del método, desapego del resultado, desapego del tiempo y principalmente desapego de un otro. Interrumpo una necesidad y una demanda hacia un otro.  Y sin embargo, el vínculo sigue intacto.

La interrupción y la continuidad surgen siempre al mismo tiempo. Lo que se juega es la elección. Me interrumpo para dar continuidad o doy continuidad para generar interrupciones.

Durante la continuidad surgen variaciones. En cada intervalo hay una transición. Si todo cambia, ¿qué es realmente verdadero? Sin la garantía de lo verdadero, ¿qué tomo de eso que percibo y a qué comienzo a aferrarme? Acá es cuando nos encontramos nuevamente en el medio del laberinto. Sin nada de lo real, comienza nuestra desesperación por aferrarnos, apegarnos a algo. A mi criterio, el ejercicio en este caso sería no depender de lo real porque nos dejaría siempre en la puerta de entrada del laberinto. Para aparecer en la puerta de salida hay que aceptar que el laberinto no existe. Lo que hay entre una puerta y la otra solo son experiencias y percepciones. Y de nada sirve apegarse a ellas ya que lo que rescato de ellas es justamente  el conocimiento, la enseñanza. No la experiencia en sí.

En definitiva la continuidad y la intermitencia no existen. No dejan de ser una forma de ver el mundo. No dejan de ser una elección de supervivencia. De anclarnos con lo real. Es por eso que el negar su existencia nos hace, de alguna manera, libres. Libres de suspender el tiempo, de usarlo de otro modo, de alentarlo y por momentos detenerlo.

Creo que es en ese caso cuando la continuidad que conocemos desaparece.

Y sí, continuamos. Pero no nos queda otra opción que continuar por otro camino. Porque si seguimos por el mismo camino no le sacaríamos provecho a la interrupción…

Entonces, podría decirse que estamos transitando siempre un nuevo camino. Una nueva escuela, una nueva ficción, un nuevo “aburrimiento”, una nueva pregunta. Y logramos transitar diferentes caminos porque estamos aprendiendo a interrumpirnos, a intervenirnos. En ese lapso ininterrumpido de interrupciones se puede perder un poco el deseo. Creo que es normal. No hay deseo durante la interrupción. Solo silencios. Estamos aprendiendo a interrumpir nuestro diálogo, nuestras afirmaciones, nuestras proyecciones.

Estamos aprendiendo. Y esa es la intención de la que hablaba al principio. La intención de aprender. Y sea el contexto que sea, nunca dejamos de aprender. A veces no sabemos concretamente lo que aprendemos porque durante la interrupción hay pocas certezas. Pero de eso se trata… Porque en definitiva nada se detiene. Lo que se interrumpe son nuestros viejos hábitos.

El aprendizaje y el conocimiento no se dejan afectar por el tiempo. Pero a nosotros, la brevedad del tiempo nos ordena y la brevedad del tiempo se logra con interrupciones. Entonces la pregunta sería, ¿qué estoy dispuesto a interrumpir de mi propia continuidad?

Para continuar hay que poder soltar. ¿Qué estoy dispuesto a soltar?

 

Federico Bonzini – federicobonzini@yahoo.com.ar 
Maestro de Escuela Vida, Gente Nueva, Bariloche, Río Negro, Argentina.